Muy buena novela. Me ha encantado. Tengo que leer más de la escritora (LECCIÓN DE GRIEGO) ganadora del premio Nobel este mismo año.
Cuánto tienen que luchar las mujeres para poder hacerse presentes en nuestra sociedad tan profundamente machista. El argumento discurre sobre la decisión de una persona a cambiar sus hábitos de comida. Pero esto es tan solo el señuelo para hablar de cómo nos pueden afectar las relaciones con los seres más cercanos, sean queridos o no, y qué respuesta podemos dar. Pienso que esta novela es un grito pidiendo el derecho a ser cómo somos en nuestro día a día. Alto y claro. Manifestándolo. Haciéndolo evidente. SI YO RESPETO, RESPÉTENME.
Os pongo cómo empieza el libro:
Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez. No era ni muy alta ni muy baja, llevaba una melena ni larga ni corta, tenía la piel seca y amarillenta, sus ojos eran pequeños, los pómulos algo prominentes, y vestía ropas sin color como si tuviera miedo de verse demasiado personal. Calzada con unos zapatos negros muy sencillos, se acercó a la mesa en la que yo estaba sentado con pasos que no eran ni rápidos ni lentos, ni enérgicos ni débiles.
Si me casé con ella fue porque, así como no parecía tener ningún atractivo especial, tampoco parecía tener ningún defecto en particular. Su manera de ser, sobria y sin ninguna traza de frescura, ingenio o elegancia, me hacía sentir a mis anchas. No hacía falta que me mostrara culto para atraer su atención ni tenía que darme prisa para llegar a tiempo a nuestras citas.
Crítica: EL PAÍS
Que gran regalo nos ha hecho Eduardo, volviendo a mi personaje tan querido. No puedo ser objetivo hablando de la novela pues la nostalgia me invade en todo momento. Sin duda, el personaje ha envejecido en plena forma. Y yo con él.