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sábado, 27 de mayo de 2023

MICHAEL CONNELLY


 

Del otro lado (Harry Bosch) (AdN Alianza de Novelas) de [Michael Connelly, Javier Guerrero Gimeno]Resultado de imagen de los dioses de la culpa


ME GUSTAN MUCHO LAS NOVELAS DE ESTE AUTOR. ESCRIBE LO NECESARIO E IMPRESCINDIBLE PARA LA HISTORIA QUE RELATA. QUIERES A SUS PERSONAJES Y TE PREOCUPAS POR ELLOS, TANTO EL ABOGADO DEL LINCOLN, COMO LA DETECTIVE RENÉE BALLARD, ASÍ COMO EL GENIAL BOSCH (SU SERIE ES MUY NUEVA Y TENGO QUE EMPEZAR A VER LA DEL ABOGADO DEL LINCONL A NETFLIX).






COLDPLAY

Mis dos hijos, Marta y Pau, fueron al macroconcierto de Coldplay en Barcelona, el 25 de mayo.
Todo un espectáculo y con muy buena música.





jueves, 23 de marzo de 2023

ROGER WATERS. PINK FLOYD

 

LO VOLVIMOS A HACER: TODOS JUNTOS CON PINK FLOYD









Las críticas fueron muy buenas. Tocó unas pocas de sus trabajos en solitario pero más de Pink Floyd.

Las ovejas vuelan con Roger Waters

“Damas y caballeros, apaguen los móviles, y si no les gustan las opiniones de Roger Waters, harían bien en joderse y largarse al bar”, con esta advertencia comenzaba anoche el concierto de Roger Waters en el Sant Jordi, un espectáculo sonoro y visual en toda regla, quizá el último en Barcelona si hacemos caso a la forma en que se anunció este This is not a Drill tour, y al ambiente que flotaba entre el público.

No importa que esté a punto de cumplir los 80 años, o que la publicación de The dark side of the moon quede ya medio siglo atrás, Waters nunca se rinde. Su forma de entender la música continúa siendo la misma, preñada de mensajes reflexivos y reivindicativos, y de polémica, tal como demuestran las recientes cancelaciones de sus conciertos en Polonia y Alemania, respuesta a las declaraciones públicas del artista británico sobre temas la guerra de Ucrania o el conflicto de Israel.

Será porque Waters nunca ha sabido ponerse de perfil que anoche eligió el centro del Palau para instalar su escenario, una enorme cruz donde actuó junto a la banda, formada por nueve miembros. Sobre sus cabezas, una pantalla con la misma forma de cruz se encargó del aparatoso artificio visual a que acostumbran los conciertos del exlíder de Pink Floyd, y que a diferencia de otros espectáculos musicales no se limitó a seguir el desarrollo de la banda sobre el escenario. A su alrededor, 17.000 personas que llenaron el Sant Jordi, y que siguieron el concierto hipnotizados, en silencio, reservando sus gargantas para coros y vítores.

El concierto arrancó con un largo videoclip, personas inmóviles en una ciudad muerta mientras sonaban, tenues, las estrofas de Comfortably Numb. “Is there anybody in there?” se escuchaba, “I can ease your pain”, versos mesiánicos tras los que la pantalla se elevaba, mágica, hasta el techo del Sant Jordi para dejar a la vista a los músicos y por supuesto a Waters, que con la parsimonia de quien lo tiene todo ya ganado embocó los versos de The Happiest days of our lives para lanzarse a por Another brick in the wall.

El espectáculo musical y visual se mantuvo durante las dos horas largas de concierto donde desgranó buena parte de los temas de TheWallWish you Were Here y The Dark side of the Moon. No faltó la carga política expresada en temas como The Powers that be, que interpretó a la vez que en la pantalla se sucedían personas de todo el víctimas de la violencia policial y militar: Nombres como el de Mahsa Amini, Rashan Charles, Philando Castile o D’andre Campbell, reflejados con caracteres enormes como columnas de catedral que por momentos le robaba el protagonismo a la música. Le siguió The bravery of being out of range, con imágenes de un Ronald Reagan silbado por el público, que así dejaba al descubierto su rango de edad.

Lo que nadie esperaba es que antes de tocar The Band, compuesta durante la pandemia, Waters explicara que tuvo un amigo catalán “y cuando eres catalán, eres catalán”, de nombre Étienne Roda-Gil, exiliado en Francia e hijo de un general republicano.

The Cigar abrió la fase dedicada a Wish you were here, convertida en un revival de la banda, con imágenes del cuarteto original de Pink Floyd acompañadas de escenas sesenteras de guateques y hippies recostados en la hierba. De aquí se pasó al solo de la canción que da título al álbum y en la pantalla se recordaba la promesa que Taylor y Syd Barrett, el malogrado, se hicieron de formar una banda cuando fueran a la universidad.

Los acordes de la vibrante Sheep sonaron mientras una oveja hinchable flotaba por el Sant Jordi ante la admiración del público, cerrando la primera parte del concierto con un descanso operístico de unos minutos. Pasada la sorpresa, Waters reapareció en un decorado de tintes fascistoides disparando una metralleta contra el público mientras sonaba In the flesh y hacía su aparición el ya legendario –y polémico- cerdo volador, esta vez sin la estrella de David ni la hoz y el martillo. En su lugar el logo de Meta, matriz de Facebook junto a las inscripciones “que se jodan los pobres” en el lomo.

Deja-Vu, uno de los temas post Pink Floyd. sirvió para rendir cuentas con unos cuantos adversarios, reclamando la libertad de Julian Assange para a continuación dedicar unos cuantos “fuck” a los drones, el patriarcado, el antisemitismo y la guerra contra el terror. Y mientras sonaba el solo de saxo de Seamus Blake, se reclamaban los derechos de palestinos, yemeníes e indígenas, transexuales así como los derechos reproductivos, una oferta variada que cualquier asamblea universitaria izquierdista firmaría sin dudar.

Waters dejó para el final del concierto el repaso a Dark Side Of The Moon, interpretando la segunda parte del disco con el guitarrista Jonathan Wilson poniendo la voz en Money y Us and them. El remate de la velada lo puso Two suns in the sunset, canción sobre la guerra nuclear que utilizó para afirmar en un largo y poliédrico discurso que “mi corazón está con los ucranianos, tienen que detener esta guerra”, ganándose el aplauso de una parte del público mientras otra parte silbaba reclamando que dejara de hablar e hiciera el favor a cantar. Y para rematar, atacó por segunda vez The bar, tema con el que, rodeado de la banda y brindando con mezcal, Waters se despidió de un público que se marchó deseando que esta no fuera la última vez.

Roger Waters se enfrenta a un mundo que no comprende en su concierto de Barcelona

El espectáculo fue hermoso y bien iluminado, con un escenario en forma de cruz y visión de 360º sobre cuyo eje se levantó una segunda cruz que eran las enormes pantallas que inicialmente descansaban en él, con una definición que permitía mantener la mirada fija en los ojos de una mosca, viéndole el pensamiento. Esas pantallas, en el fondo usadas sin exceso de imaginación, vieron pasar toda una suerte de motivos que brillaban más por esa cualidad casi táctil de la imagen que por su ingenio, atiborrándolas con drones, explosiones, policías de poca palabra y mucha porra, fajos de billetes al sonar Money, claro está, disturbios y caras anónimas de individuos captadas por El Gran Hermano. Y muchas más cosas de las que solemos hartarnos hasta la insensibilidad por mera reiteración informativa, como si las desgracias formasen parte de un paisaje inevitable. Todo ello en un tono grave, circunspecto y amparado por un sonido casi mayestático. Roger parecía sugerir: oíd, lo que os digo tiene enjundia.

La segunda parte, tras el preceptivo descanso de todo espectáculo serio, tuvo momentos de mayor emoción, particularmente a partir de Money y hasta su desenlace. Waters habló menos y dijo una verdad que el respetable recibió con división de opiniones, que en una guerra todos los bandos ponen muertos, lo que en tiempos de pensamiento direccional es casi un sacrilegio. El grupo, sólido, amparado por un buen sonido, no era Pink Floyd, pero su forma de retomar las canciones desviándose lo justo del original permitía al público gesticularlas sin temor a error, transitando confortable por camino conocido. Como era de esperar, los temas firmados por Roger al margen de Pink Floyd pasaron como un peaje necesario para escuchar lo que debía escucharse, Us And ThemBrain Damage y Eclipse interpretados tras Money en el mismo orden que en The Dark Side Of The Moon, en el que fue el momento estrella y parte final del segundo acto del concierto. Brillaron entonces las miradas y cada cual puso su memoria donde se sintió más cálidamente acogido, quizás en tiempos en los que irritaba que alguien te dijese cómo pensar. Pero Rogers exuda seguridad y se atreve con todo, incluso a subir la voz hasta poner en brete la afinación. Realmente está en forma, realmente se siente necesario, seguro de su visión, de sus conceptos y de su mirada. Enternece. En tiempos tan convulsos hasta casi da envidia.



NÉMESIS. ISAAC ISAMOV

  Muy contento de leer la que podría ser (aunque no oficialmente) la primera novela que empezaría las sagas de Isaac Asimov. En el siglo XXI...